A MANERA DE INVITACIÓN. Tercera parte. (Para quienes amamos la literatura y queremos que sea amada por nuestros niños)
No podemos desconocer el perfume del encanto y
renunciar a las frases que se juntan bajo un árbol de dudas y alegrías. Es oportuno enderezar nuestra mirada y volver
a las hadas, los duendes, los hombres de la selva y de los montes hombres que
se posan junto a las ventanas, princesas de tiempos lejanos que visitan
nuestros cuartos y príncipes que vienen con los labios frescos para besar la
tarde.
Todo es posible porque desde pequeños y por siempre
hemos sabido de las manzanas, los cabellos dorados, las noches tormentosas, los
espejos que hablan, los seres del bosque y las zapatillas luminosas. Es hora de recobrar el mejor sabor, las
mieles de la niñez, el maravillarse sin miedo, sin que sea tarde.
Este, amigo mío, es un llamado a la lectura de
pasajes hasta ahora irreconocidos, abandonados abruptamente en hojas sueltas y
olvidadas, revivir los encuentros de otros días, pintar de nuevo castillos y
explorar mares, vestir los trajes con lentejuelas y canutillos, morder aquella
manzana y quedar dormidos sobre la estepa.
No hay que alterar el brillo original de las
estrellas, cegando los ojos ligeros de nuestros niños y jóvenes para evitar que
aprecien la profundidad del universo, negando al mismo tiempo la caricia de una
buena lectura, un libro profético o una historia fructífera, para así
enriquecer la experiencia humana. Es el
momento para abrirnos y crear discursos de amor y lúdica para nuestros pequeños y audaces lectores y
entre tanto, se hagan mejores seres humanos.
Esta es una invitación al disfrute de lo poco, de
lo mucho, de los cuentos que abogan por nuevos capítulos de un libro abierto y
ponderoso, lleno de sabiduría y expresión creativa; una invitación a la exploración de nuevos
lenguajes conforme a los deseos de nuevas y antiguas generaciones.
Releamos esta historia de guerreros, defensores de
la tierra prometida, bienhechores, sembradores constantes y granjeros en el
campo de las palabras, que con sus manos grandes, virtuosas y llenas de
alfabetos dan a luz frescos cantares,
hombres y mujeres que se deshacen entre lenguas, versos y enigmas para
secundar sus acciones y mudanzas.
El primer paso es creer, ser amigos de los libros
para formar niños y jóvenes amigos de la lectura y recrearnos en el devenir de
la historia, disfrutando del espacio y el tiempo. Cuando descubramos el trasfondo en cada
ofrenda guardada entre líneas y vivenciemos la palabra como obra y regalo para
unir culturas alienadas y paraísos extraviados, nuestros niños creerán lo que
decimos.
De otra parte, es necesario que en el mundo se
rediseñen los senderos que conducen hacia la libertad, comprender que nuestros
muchachos desde muy pequeños, hacen una lectura de su historia personal y la de
sus primeros amores; retoñan a pasos agigantados y participan de un juego que
se traza desde la invención de normas, placeres y añoranzas, hasta la formación
de criterios frente a la sociedad y la saciedad. Todo esto hace que se hagan merecedores de un
patrimonio universal. Niños que llegan a
la escuela haciendo una interpretación de los acontecimientos y cataclismos que
deambulan frente a sus ojos y sin embargo, son tratados como si no supieran
deletrear los sueños que desde pequeños han arrullado.
Abrazamos pequeños seres que se interrogan y
reclaman un momento para la divergencia, el diálogo y la ensoñación; jóvenes
que hacen una lectura clara de los hechos y el azar. Llegan a nuestros colegios niños visionarios,
futuristas y grandes lectores. Vienen a
nosotros pequeños que han leído en el cuaderno de la desazón, el abandono, el
hambre, la soledad y el rencor, en los cuales se ha escrito la miseria de
algunos hombres, el olvido y el desconocimiento de su sangre. Son estas lecturas las que debemos tener en
cuenta antes de abrir otros libros.
Tomado de: A MANERA DE INVITACIÓN. CUENTOS Y OTROS ENSUEÑOS
Claudia Patricia Arbeláez Henao
Colombia
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