“La geopoesía” como una práctica amorosa debería hacer parte del ritual diario, es la apuesta a una reflexión donde se busca la unidad consigo mismo a través de la lúdica de la palabra, el vínculo con el palpitar de la tierra, la mirada del universo y en mi caso particular, la voz de la Divinidad que se revela en su creación y me conduce a ella. Este proceso se asemeja a los lazos espirituales y se abre a la Providencia como camino desde el reconocimiento del verbo en su naturaleza inaprehensible pero plena de vida. La unidad entre la poesía de las montañas y los mares, la cuna donde se mece el origen y el sendero señalado por los maestros, propician la conexión con el mundo inaccesible desde la corporeidad no como fin último y abrazan más bien el cuerpo como puente para llegar a esa epifanía que nos espera cuando se ha cruzado el umbral. Procurar el contacto físico y sensible con aquello que no se toca, con las cosas inmateriales y aquellas que se aprehenden desde la vivenci
Al principio ella era el eje del mundo, vivía en las alturas y aún no era nada, no era nadie, no respiraba, no reía, sus párpados permanecían cerrados y desde lo hondo vigilaba sin descanso; n unca dormía, era pálida pero llena de vida... ella era la vida. Un día se cansó de tanto silencio y quiso reposar sobre la nada, poco a poco y gracias al soplo que brotaba de sí, abrió lentamente sus ojos. Habían pasado muchos tiempos y muchas épocas. Al despertar descubrió que todo había sido un sueño y quiso seguir soñando, no dudó en repetir la hazaña. Sin saber cómo, comenzó a ver seres animados en su cabeza y esto la deslumbró, estaba acostumbrada a ver solo y hacia adentro, un ancho paraje, ni siquiera se conocía a sí misma... pues estaba sola. De pronto sus horas de sueño eran más largas y asombrosamente de su cabeza, tomaban vida las imágenes y comenzó a poblar el mundo. Así fue como
Foto cortesía: Andrés Jiménez Henao San Vicente - Antioquia-Colombia Siete cueros: árbol de flores violeta y corteza externa de color rojizo que se desprende en capas; gracias a esto, su nombre: sietecueros – Siete cueros Siete cueros, Flor de mayo, apareces silvestre entre los pasos de la niñez; de grandeza infinita para nuestra edad, danzarín y abierto, coqueteando entre cielos y sombreando nuestro destino cuando jugábamos a explorar. Has crecido con nosotros y las vacaciones en el campo. Entre historias y sueños solíamos comer tus flores hasta llenarnos de fantasía y color, tu sabor dulce y fresco se hacía agua en la boca y ahora, años después repaso tu sabor y he escrito un libro con tu nombre. Claudia Patricia Arbeláez Henao Colombia
El Centro de uno mismo, el Centro del Universo.
ResponderEliminarSi Jesús. .. nuestro centro. Un abrazo.
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