ESCRIBIR ES ATESTIGUAR
ESCRIBIR ES ATESTIGUAR
NOTA: Las fotografías son solos eso, no responden necesariamente
al contenido del texto.
Basta
de conducir sobre una misma autopista y negar la presencia de quien nos
acompaña, como si fuéramos extraños maleantes en medio de la noche. Es el momento oportuno para abrirnos a la
tierra de una forma clara, donde nuestros niños sean artífices de una historia
y escultores de una realidad subyacente a la fascinación.
Hablo
de la escritura como un proceso de confrontación, creación y recreación de un
orden de establecido o campo que se abre a nuestros pies para ser besado y
abastecernos de significados, sosegando así nuestro destino.
Pero nada es más fácil que proferir un
discurso de invitación a la lectura y a la escritura desde la experiencia
íntima que nos han proporcionado los libros, las páginas en blanco y los
recortes que resumen la vida.
Es
imposible llegar al bolsillo de un niño con la frase que engaña y obliga, con
la poca fe en lo acontecido en otras esferas y plasmado, sólo para que lea y
lleve el estigma del hombre intelectual.
Necesitamos un maestro que convoque y se manifieste a través de nuevas
estrategias para rastrear pieles desconectadas, un maestro que ame lo que hace.
No
se induce a la lectura esbozando un cúmulo de medidas imperfectas que han
nacido del olvido, sino demostrando con la mente clara y sin vacilaciones el
sentimiento que nace en el corazón de un lector honesto y que ha logrado
conciliar el sueño después de beberse la frase única y suficiente que remedia y
facilita el próximo despertar.
De esta
manera el menor esfuerzo bastará para que nuestros niños lean atraídos por el
eco de la convicción.
Es
preciso consultar con nuestro interior y atrevernos a desarrollar pautas
flexibles y espontáneas que conduzcan a la inventiva, sin miedo al
fracaso. Todo lo que se haga en pro de
la comunicación y el entendimiento, admite pruebas, experimentos y derroches.
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