“La geopoesía” como una práctica amorosa debería hacer parte del ritual diario, es la apuesta a una reflexión donde se busca la unidad consigo mismo a través de la lúdica de la palabra, el vínculo con el palpitar de la tierra, la mirada del universo y en mi caso particular, la voz de la Divinidad que se revela en su creación y me conduce a ella. Este proceso se asemeja a los lazos espirituales y se abre a la Providencia como camino desde el reconocimiento del verbo en su naturaleza inaprehensible pero plena de vida. La unidad entre la poesía de las montañas y los mares, la cuna donde se mece el origen y el sendero señalado por los maestros, propician la conexión con el mundo inaccesible desde la corporeidad no como fin último y abrazan más bien el cuerpo como puente para llegar a esa epifanía que nos espera cuando se ha cruzado el umbral. Procurar el contacto físico y sensible con aquello que no se toca, con las cosas inmateriales y aquellas que se aprehenden desde la vivenci
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