A MANERA DE INVITACIÓN. Segunda parte.







Vivir la literatura es una acción que nos une y nos acerca más a la tierra y a los sabores del mundo circundante, sin límites ni medidas;  realizando este acto de fe, es como sembramos en nuestros niños y jóvenes el amor por las letras que ruedan por los cabellos de los libros como si quisieran ser peinadas. 

Para hablar de proezas y amantes, tenemos que contar con este tiempo que el hombre desconoce y sin embargo es poco, pero si existe el deseo es maravilloso traspasar el horizonte, no importa que nos incorpore por completo y es cuando procedemos a transportar nuestras batallas y hazañas en el maletín donde llevamos puesto el corazón, hasta llegar al lugar de siempre; allí fácilmente, nos acomodamos y con una voz suave y sutil, emprendemos el viaje hacia lo latente, lo oculto, lo insólito y elementalmente mágico, despertando así la curiosidad y el encanto de unos seres que sólo quieren palmotear la historia.


En medio de este abrazo infinito, el escritor predice la muerte, el poeta nos desfigura con sus versos hasta caer rendidos y nos envuelve en su manto arrullador. Es inevitable ignorar este olor gratificante que se riega por los aires de un amanecer a principios de siglo.  La idea de volver atrás, recitar viejos poemas junto al café y embriagarnos de música, es tal vez la reafirmación de nuestras remotas y nuevas compañías.

Tomado de: A manera de invitación.

Claudia Patricia Arbeláez Henao
Colombia


(Registrado conforme a la ley)

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