EL REPARADOR DE SUEÑOS
Este era un andariego perseguido
por
su capacidad de soñar. Incansable, infatigable y
amigo de la calle era el
andariego, persistente,
devorador de ilusiones.
Preso de la asfáltica ciudad y
abatido por la tristeza,
decidió un día caminar por el
mundo en busca de sueños.
Así fue y eran tantos los sueños,
grandes, pequeños,
inalcanzables, fugaces, rebeldes
y emotivos.
Sueños de un día, de una tarde,
producto de un
beso o un abrazo, sueños que
envolvían noches
de dos en dos. Sueños pueriles,
envejecidos,
certeros, carentes de futuro,
sobrellevando el pasado.
Eran muchos los sueños; sueños de
alcoba, de almohadas,
de lechos frívolos y fríos, de
cálidas sábanas, de cortas
y largas infancias; sueños de hombres y mujeres,
niños y ancianos, sueños que
evocan recuerdos y
a través de los cuales se tejen
historias.
Tanto caminó el incansable
andariego que un día
ya sorprendido por la fatiga,
pensó que lo
más oportuno era regresar. No lo dudó, recogió
aquellas imágenes extendidas
sobre los muchos suelos,
las arropó y les buscó un espacio
en su lecho de infancia,
porque es allí donde viven los
sueños; al llegar
a casa buscó comodidad en su
vieja mesa y allí recostó
su sombra.
Abrió su abrigo de par en par
para que de su
corazón salieran los sueños, uno
por uno los fue
reconociendo, allí estaba el
sueño rosa, el sueño
de Amael, el púrpura y el de los
años dorados.
Pudo abrazar de nuevo el sueño
lúgubre, el de Mayo,
el de Abril; el sueño violeta, el
que canta y reza,
el sueño pobre, el rico, el
eterno y el pasajero.
Aunque tantos sueños lo hacían
feliz, había algo
que ya casi el hacía perder la
fe, los sueños no
estaban completos, estaban a
merced del olvido,
abandonados, lastimados por el
paso del tiempo,
resquebrajados, aminorados y sin
padre.
Poco antes de ser encontrados,
cada sueño era tirado
y puesto en manos del destino,
eran burlados por sus
pequeñas alas, por sus brillos y
corto alcance,
así que de prisa, antes de perder
la fe, el restaurador
de sueños limpió sus pieles, sanó
sus almas,
calmó sus dolores, frotó sus
cicatrices y como si
fuera poco, les dio alas para que
pudieran volar
muy alto, más allá de las
estrellas, más allá de
lo posible.
Y así los sueños con gran alivio,
empezaron a volar,
se hicieron grandes, se hicieron
libres y se
levantaron como nunca frente al
ancho cielo y
de nuevo, sin miedo se hicieron
poseedores del
mundo entero. Doraron su vuelo, se hicieron
infinitos, invencibles, se
llenaron de vida, de fe
y nunca más se dieron al
olvido.
Elreparador de sueños quiso
ponérselos todos,
vestirlos, usarlos, cargarlos y
abrazarlos,
hacerlos suyos y así, regresar
una vez más a esa
infancia donde los sueños se
mecen sin reparo y
sin miedo a la burla; pero era imposible, ya
llegarían seres de otros pueblos
con ansías de
sueños y así, de nuevo, el
universo, sueño a sueño,
se llenaría de esperanza, de fe y
jamás los sueños
sentirían frío.
El reparador de sueños sigue
allí, en su vieja mesa,
acariciando ilusiones,
depositando en sus pieles el
sabor de la certeza, haciendo
alas para que no mueran.
Tomado de: SUEÑOS PARA UN BUEN
DORMIR
Claudia Patricia Arbeláez Henao
Colombia
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