¿POR QUÉ ESCRIBO? Segunda parte
Escribo por necesidad y pasión, porque me gusta
transformar las
tardes, vivir las
noches entre claras y oscuras; lo hago
por
confrontación, castigo,
reconciliación
y regocijo; por
el simple deseo de
deslizarme entre
líneas, me adentro
en esos mundos desconocidos
que
me
habitan y afloran en
mi interior.
Escribo porque hacerlo es una de esas estrategias
para
recordar de una forma diferente, haciendo conciencia de cada color,
motivo
y textura mientras enfrentamos la existencia y la hacemos un
poco
reflexiva; escribir es la puerta que
nunca se cierra.
Escribo porque con las palabras que pinto me
consuelo,
me maquillo, elijo mis trajes, una sonrisa para cada día,
para
ocultar mis penas, mis dolores, desequilibrios y terquedades;
la palabra me absuelve en la medida en que peco. Camino en
medio de letras por
osadía y afán, por miedo y con la ilusión de
que en ellas soy yo. Puedo gritar
mis odios, ira y frustración y
no habrá quien me castigue porque yo puedo poner
punto donde hay
un final y si veo llegar a alguien a detener mi canto, a
mordisquear
mis palabras y asesinar mis versos, no habrá tragedia que contar,
porque ya se ha escrito y sólo el tiempo puede borrar lo que
queda trazado en
el papel.
Escribo para acercarme al universo y entender lo que
pasa,
esas cosas que nunca me explicaron,
lo hago para ser,
estar, para aclarar el pensamiento o revolucionar el corazón
dispuesto a la guerra.
Suelo escribir para sostenerme en mi
razón y no perder la cordura o perderla y que la razón no me
esclavice,
escribo amarrando mis
impulsos a letras y versos,
lo hago también para arder y hacerme
ave; en definitiva escribo
cada día
con
un aliento diferente,
para volar o enraizarme, a veces
sólo
ato letras tratando de cristalizar
mis sueños aunque
no toquen la
realidad; así los quiero.
Cuando escribo creo castillos,
en ellos encierro mis demonios,
descifro acertijos, abro las
habitaciones que deseo y allí me
escondo,
salgo al
jardín
y riego las flores, me desbordo, deliro
en azules, me disperso y pierdo el horizonte que otras
veces
encuentro; puedo reinventar el mundo a mi manera, soltarme
en
la playa, disparatarme, vestirme de flor y de promesa, hacerme
volcán o río,
extender mi mente, parir nuevos desafíos sin más pretensiones
que las de soñar
y anclarme sólo a la luz de mis eternidades.
Puedo decir y desdecir, bendecir
el día y las noches de luna, puedo
mostrar la luz que se alborota en mis entrañas;
me hago ceniza, lienzo,
montaña y a veces hoguera.
Tomado de: LAS PALABRAS Y YO
Claudia Patricia Arbeláez Henao
Colombia
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