EL LIRÓN CUENTA CUENTOS
Cuenta la
historia que aquella noche
el lirón como
de costumbre
salió con su lámpara a recorrer el bosque
para ver si encontraba algún nictálope
tendido en las líneas del tiempo
esperándolo,
así como a sus relatos.
Brotó de las alturas una luz
intensa
que cubrió todo el firmamento
y
aparecieron las mensajeras de los otros mundos
seres espirituales de cabellos
hasta los pies
y dedicadas, escuchaban las historias;
memorizaban los cantos
del lirón
y al amanecer viajaban en sus
caballos alados
a otros presentes
y allí repetían uno a uno
los cantos de su maestro
hasta la próxima
noche
versadoras en tiempos.
EL
SECRETO
Y el maestro de barba larga y plateada dijo
– Necesito niños trabalenguadores, jitanjaforeros, magos abracadabrantes,
hechiceros, conjuradores, soñadores y milagreros.
– ¿Alguien sabe dónde puedo encontrar alguno?
Hombres, mujeres y el gran lirón reunidos aquella noche bajo el gran cedro, se miraron unos a otros, pero nadie habló.
Esta vez la noche estaba más bella que nunca, el canto de los búhos aparecía fiel junto al batir de las hojas y la mirada atenta de las ardillas.
El maestro concluyó: – Mañana mismo debo tener un niño trabalenguador, jitanjaforero, mago abracadabrante, hechicero, conjurador, soñador y milagrero para que sea mi discípulo de confianza.
– Pronto me internaré en las altas montañas a solas con la naturaleza, el aire limpio que fluye cada mañana y el clamor de los animales.
Todos se fueron a casa con miles de preguntas en sus cabezas y pocos pudieron dormir pensando en la extraña petición del maestro.
Cuando ya se ocultaba la tarde del siguiente día, en el mismo lugar se reunieron una vez más los aldeanos alrededor del fuego y por supuesto, el gran lirón. Después de su saludo habitual, el maestro recordó la petición del día anterior.
De la multitud salió de repente un anciano – Yo encontré el niño que usted busca. – Es mi nieto.
El maestro lo miró a los ojos y esperó.
Todos los presentes se silenciaron, se sintió una leve brisa y olor a canela.
– Allí está y con su mano señaló a un tímido niño con un viejo libro bajo el brazo, lleno de ternura y deseo de ocupar aquel lugar.
El maestro sonrió, invitó al pequeño a que se acercara y al mirarlo supo de inmediato que era el elegido, sólo un niño como él podía ser trabalenguador, jitanjaforero, mago abracadabrante, hechicero, conjurador, soñador y hasta milagrero y sin duda pidió a las ancianas bañarlo con un nuevo nombre… ese que haría juego con el que ya traía de su hogar.
Fue así como se llevó a cabo el ritual de la vida, las mujeres cerraron sus ojos y cantaron a la noche y al viento de abril, ese mismo que los acompañaba mientras el fuego crujía entre leños. Los demás caían dormidos sobre la grama disfrutando de la mano que los convocaba una vez más al encuentro de los espíritus del bosque.
Las mujeres mayores, conocedoras de los secretos más antiguos del lugar escucharon del viento en sus oídos el nombre perfecto y así lo anunciaron; todos se pusieron de pie y bailaron. Una de las mujeres más jóvenes, fue la encargada de gritar las letras que danzarían en el oído del discípulo al ser llamado; por fin el niño recibió su nuevo nombre.
Desde aquel día todos en la aldea tuvieron la voz de un niño que llevaría el mensaje del maestro, aprendería el arte de la vida, así el anciano pudo embarcarse en su nuevo sueño y se fue a vivir no muy lejos, pero si, estaría más cerca del murmullo de la madre tierra.
Tiempo después uno de los aldeanos confesó que algunos de sus amigos conversaban y se preguntaban ¿por qué el maestro buscaba especialmente un niño para enseñarle toda su sabiduría y justo con las cualidades que buscaba? Además, ¿cómo hizo el maestro para saber que era justo el discípulo que buscaba?
Sólo una mente abierta y dispuesta podrá saber la verdad.
No
olvides adivinar el viejo y nuevo nombre del joven maestro.
Registrado conforme a la ley.
Fotografía de portada: Miguel Ángel Guayara Arbeláez
Rionegro – Antioquia
Colombia
Claudia Patricia Arbeláez Henao
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