TODOS LOS PERRITOS VAN AL CIELO





Dedicado a todos aquellos

que han sufrido la pérdida

de una mascota.

 

A nuestros perritos

por su compañía, enseñanzas

y amor incondicional

 

Pinina, Luna, Sofí,

Paco y Juanita.

 


Cuando Aluna llegó a casa, pasábamos por un mal momento, Juanita se había ido para siempre, un par de meses antes.

 

La casa estaba vacía, faltaban algunos pelos en los muebles y esto la hacía diferente.

 

Era beige, de orejas caídas, suave, de cola enroscada, carita plana y piel arrugada.

Desde que Juanita partió, la casa quedó vacía. 

Necesitábamos de nuevo una compañera peluda.  Para algunos allegados era demasiado pronto, decían que había que esperar un poco más, pero nosotros pensábamos otra cosa.

 

 

Aluna llegó una fría mañana con sus 45 días de vida, estuvo conmigo hasta entrada la tarde, la puse en una hermosa bolsa de regalo, con un moño gigante para que mi hijo la recibiera como una hermosa ofrenda.


Aluna era tan pequeña e indefensa que cabía en nuestras manos; era tierna, juguetona, de orejas empinadas y nariz achatada, parecía una de las vaquitas de la granja del abuelo; negrita de manchas blancas o tal vez, blanquita con una gran mancha negra.


Al principio, su barriguita era completamente blanca y con el paso de los días, aparecieron pequeños mapas, como si alguien hubiera derramado tinta sobre ella.

 

 

Una casa sin mascota, es limpia,

organizada, tranquila y simple. 

Ese era justo el problema,

era aburrida.

 

Así que Aluna llegó y con ella,

se hizo una fiesta.

 

Sabíamos que nadie

ocuparía el lugar

de nuestra compañera

de tantos años,

Juanita siempre

estaría en el corazón.

 

Los primeros días, notamos algo extraño.  Aluna buscaba las viejas cobijas de Juanita para dormir y al parecer, se sentía muy cómoda. 

 

En casa, aún se conservaban algunos recuerdos de Juanita, pero Aluna también tendría juguetes y prendas nuevas.


Algunas veces, Aluna se quedaba detenida, mirando a un singular, intentaba ladrar con su fuerza de cachorrita, como si hablara con alguien.

 

La nueva compañera parecía comunicarse con Juanita.  Tal vez ella, quería decirle algo.

 

Nos conmovíamos con esta escena, y nos alegrábamos al pensar que Juanita aún estaba allí.

 

Esta situación se presentó con frecuencia.

Un día, Aluna trajo a la sala un juguete pequeño y viejo que se creía perdido.  Era el preferido de Juanita, lo habíamos buscado por mucho tiempo, así que fuimos sorprendidos. 

Desde aquel día, Aluna ya no se detenía a mirar a un punto fijo, ya no ladraba al vacío y estaba más tranquila con el viejo juguete.  Dormía en su nueva cama y disfrutaba del hogar.


Juanita estaría jugando con sus pelotas de algodón, juguetes de caramelo y lazos de chocolate para perros, con sus nuevos amigos en el cielo, porque todos los perritos van allí a descansar después de cruzar la mar llevando el último suspiro.

 

LAS PALABRAS DE LA ABUELA

 

La abuela solía decir que los perros son seres de amor, que atraviesan mares hasta encontrar lecho en el paraíso.  En este tránsito eligen algunos lugares para pasar una temporada y enseñar el valor de la conmiseración, la piedad, la lealtad, la pureza de una caricia, la alegría, la esperanza, el alcance de un suspiro, la gratitud, el significado de un ladrido, la gracia de un consuelo peludo, el beneficio de un beso húmedo, el calor de una buena compañía, la fuerza interna de un ronquido y el amor incondicional. 

Los perritos llegan con una cajita musical en sus alas, con ella, ofrendas que sólo puede abrir quien los acoja desde el corazón.

Muchas de las cosas que suceden en sus vidas, tienen un propósito dentro, un regalo al interior de otro y cuando ya han entregado el contenido, siguen su camino. 

Algunos se van sin despedirse, otros necesitan de ayuda para seguir la ruta, unos se van demasiado pronto, otros se quedan un rato más, pero siempre se van cuando es el momento justo.

Al llegar a su morada, los recibe una hermosa mujer de vestido azul, cambia sus alas invisibles por unas nuevas y se sienta a escuchar todo lo que tienen que decir de su familia humana.

La mujer teje una manta con las historias que los perritos cuentan, esa misma manta es sacudida desde lo alto y de ella caen flores y hojas hasta acariciar la tierra. 

Un humano que acoge un perro en casa, hará de su hogar un paraíso antes y después de su muerte.

El cuerpo se va, pero el espíritu sigue entre nosotros.


Registrado conforme a la ley.

 

                        Claudia Patricia Arbeláez Henao

 

  

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