POR EL DERECHO A DECIR
POR EL DERECHO A DECIR
Te invito a escribir la
historia desde adentro, desde tus simientes, silencios, ecos, fatigas, pero,
sobre todo, desde la esperanza. Permite que las cerillas que te encienden se pronuncien
a través del fuego que alimenta el leño y fustiga la sombra.
Cada palabra abraza un
color, un aroma, una textura y un sonido, por eso el verso encierra un código
emotivo que permite nombrar la sed, el dolor y la ira cuando el grito no
alcanza. Y si la palabra es paz y
verdugo, en el silencio reconocemos las fugas de luz y de oscuridad entre los
hombres; entonces ¿cómo comprender el alcance de la palabra justa o el mérito
en el silencio encorsetado, cuando ambos son principio y fin?
Dime ahora ¿Qué hacer
mientras deja de sangrar la herida? Te
silencias frente al precipicio o escribes para exorcizar los demonios o unirte
a ellos en un mismo clamor.
La libélula teje con hilos
de sangre los agravios, el olor de la carne ya putrefacta se asienta, busca
cobijo bajo la rama y desde allí, ella, entre las sombras, dibuja un gran
puente, la herida entonces atraviesa con la ilusión de encontrar un paraíso
para desterrar su afán y regresar con el surco blanquecino y menos amoratado.
Tomado de: El sendero del búho
Claudia Patricia Arbeláez Henao
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