DAME EL ALIENTO
Dame tiempo
para grabar en mis memorias, las cosas que no se desvanecen con el paso del
reloj - esos paisajes sonoros donde se
han hecho penitentes, los pasos
llévame al
campanario donde guarecen los gritos de la ciudad y se ve el asfalto, no para
contemplar su rudeza, lo haré para beber el coraje de los cedros que se sostienen
a lo lejos.
Dejaré que
las campanas anuncien la hora del silencio y yo, irreprimible, escaparé
absuelta en medio del fuego que se expande asiré los poemas con mi calor, como
venganza y me resguardaré tras el roble mientras descansan las almas.
Pero ¿qué
sabes tú de heridas, cicatrices y llanto, sino has atravesado el infierno y sus
múltiples laberintos enredados entre espinas? ¿Qué sabes de tú de enfados sino
has sentido el hervor pútrido del desconsuelo y no has visto el rostro
cadavérico de la desesperanza?
Después del
holocausto encontrarás entonces el silencio colgado de un violín o los versos
atrapados en un maizal, ambos a la espera de una mano abierta para sostenerlos;
traerlos de vuelta a casa y así aminorar el dolor y que, por fin la herida deje
de sangrar.
Habrá
valido la pena esta emboscada y los dolores permanecerán dormidos en el canasto
hasta que cualquier infame regrese dispuesto a escarbar con la tiranía propia
de los hombres y reviva a profundidad de su color.
Claudia Patricia Arbeláez Henao
Comentarios
Publicar un comentario