Claudia Patricia Arbelaèz Henao

Intentando descifrar el acertijo que hay escrito bajo mi piel desde sus orígenes. Me recreo jugando con las sombras que se apoyan en mi ventana arrulladas por el viento. Reinvento mi estadía en los paisajes coloridos que delatan mi existencia y el poder de la tierra que me sostiene. Ajusto las palabras a mi hondo camino derribando la inclemencia del silencio. Río grande ancho cielo. Siempre tan presente sin importar el cansancio. Tan solo dueña de los sueños que acampan en mi vientre.

Como un témpano de hielo que ha crecido sobre la estepa, se dibuja un cristal agudo y frío que rompe el cuerpo debilitando toda causa. Mis lámparas titilantes dejan ver a través del paredón el remedo perfecto de la finitud. Aceras al abismo acariciadas por la lluvia, torrente. Quizá una cerilla encendida ilumine este camino o tal vez se apague y aparezca el ser de las luces y nos encienda la vida para siempre. Tanto fuego quema, Pero es preciso.

                             Con los párpados a medio cerrar te arrullo música porque estás adherida a mi boca a veces desangrada y no puedo pronunciar otra cosa. No hay sueño; el diluvio salpica el espíritu y vuelo al hogar. Quiero desvanecerme en tus entrañas música. Mis manos resbalan y se mueven como peces. Canto. Escribo en medio de ebrios intentos palabra vinotinto matiz que alicora, no te abandono música. La mano pesa y sin embargo lucho, temo despertar.   (Mujer hecha silencio). Te amo música porque buscas mi cuerpo. Me pesan los músculos pero canto. Todo es delirio... el sueño ya quiere vencerme. Mis manos se arrastran buscando la pared. ¿Dónde estás anclada música mía?