Foto cortesía: Andrés Jiménez Henao San Vicente - Antioquia-Colombia Siete cueros: árbol de flores violeta y corteza externa de color rojizo que se desprende en capas; gracias a esto, su nombre: sietecueros – Siete cueros Siete cueros, Flor de mayo, apareces silvestre entre los pasos de la niñez; de grandeza infinita para nuestra edad, danzarín y abierto, coqueteando entre cielos y sombreando nuestro destino cuando jugábamos a explorar. Has crecido con nosotros y las vacaciones en el campo. Entre historias y sueños solíamos comer tus flores hasta llenarnos de fantasía y color, tu sabor dulce y fresco se hacía agua en la boca y ahora, años después repaso tu sabor y he escrito un libro con tu nombre. Claudia Patricia Arbeláez Henao Colombia
Vengo a ofrecerte mi cuerpo maltrecho señalado por el tiempo mi piel un poco ajada las manos rotas vivida y explorada para que descanses desciendas y albergues tu aliento. Te regalo mi fortuna la que he abonado mi vientre desangrado mi corazón aturdido mi hambre, mi sed mis esquinas llenas de versos tantas mudanzas en mis orillas de mar mujer de arribos llena de todo y de nada pero repleta de páramos, aguas y corales mujer de fuegos infiernos y demonios alados. Te ofrezco mi tibieza, mis arrebatos en pleno dos pechos que se abren como girasoles despuntando al sol una rosa que aflora lista para ser descubierta mi pulso mis cometas al viento lo que callo y guardo en carpetas con olor a palosanto carcomidas por el paso del tiempo. Tomado de: A VIVA VOZ Claudia Patricia Arbeláez Henao Colombia
“La geopoesía” como una práctica amorosa debería hacer parte del ritual diario, es la apuesta a una reflexión donde se busca la unidad consigo mismo a través de la lúdica de la palabra, el vínculo con el palpitar de la tierra, la mirada del universo y en mi caso particular, la voz de la Divinidad que se revela en su creación y me conduce a ella. Este proceso se asemeja a los lazos espirituales y se abre a la Providencia como camino desde el reconocimiento del verbo en su naturaleza inaprehensible pero plena de vida. La unidad entre la poesía de las montañas y los mares, la cuna donde se mece el origen y el sendero señalado por los maestros, propician la conexión con el mundo inaccesible desde la corporeidad no como fin último y abrazan más bien el cuerpo como puente para llegar a esa epifanía que nos espera cuando se ha cruzado el umbral. Procurar el contacto físico y sensible con aquello que no se toca, con las cosas inmateriales y aquellas que se aprehenden desde l...
¿De esas duermevelas en que el corazón se evade?
ResponderEliminarTal vez Francisco.
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