¿POR QUÉ LEO? Tercera parte
Estuve cerca
resolviendo enigmas, descifrando sueños mientras el
hombre colgaba de la soga
en el cementerio, después de asumir
el reto de dar libertad a su corazón
prisionero. Cada historia
que contaba el espíritu me invitaba a soñar y fue así
cómo descubrí la
verdad acerca del amor y la pasión que desborda el juicio en los
seres
de piel.
Pasé noches
enteras en el ático, escondida y en silencio a la espera
de gritos agudos y
dolidos, pasos marcados por el afán y el lamento de
los seres que aún no ha
podido llegar a casa.
Me he convertido
en ave, he mordido la manzana envenenada, he mirado
a través del espejo desde
que era una niña haciendo preguntas de dudosa
estadía; he observado la mesa
redonda con sus caballeros alrededor
pensando en el destino de la humanidad.
Estuve cerca cuando preguntaron
al hombre de piel ajada cuál era su nombre
verdadero y cómo los soldados
vivieron a expensas de la duda por el resto de la
vida, al comprender
que no sabían a quién habían matado. Vi desde la terraza al
pintor y
a su discípulo escapar de la opresión mientras navegaban dentro, en la
pintura que no cesaba de esperar.
Caminé de la mano
fría y blanca del retratista de sombrero alado negro,
hombre de vocación
temprana, caricaturas y acuarelas, de mi Valle de
San Nicolás al oriente de un
sueño atrapado por las montañas.
Eran tres esa noche, vestidos de oscuridad
bajando la escalera en
forma de caracol, venían buscando un lugar para beber de
las horas,
cada uno llevaba en su mano una copa de vino. El otro nictálope era
el poeta azul, el de “una noche toda llena de perfumes, de murmullos
y de
música de alas… el tercer caminante en medio, conduciendo los
pasos de estas
almas” señalando con su dedo el lugar
esperado
para hacer un banquete de poemas y trazos, cada uno dando de
su
alimento en tertulias de brillos y sombras. José Asunción y
Ricardo venían a mi
encuentro una vez más.
Leer me da la
oportunidad de soñar, abrirme al mundo inconsciente,
de aleteos reales o llenos
de fantasía y me conmuevo. Puedo sentir
como si estuviera allí, tomando del
mismo oxígeno y escuchando las mismas
canciones.
Tomado de: LAS PALABRAS Y YO
Claudia Patricia Arbeláez Henao
Colombia
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