UNA NOCHE DE CUALQUIER INVIERNO


 

Te encontré en un panteón de lleno de sueños extintos aguantando los ramalazos mientras el granizo azotaba las ventanas, quedaba este indecible amor por la vida suspendido en las lámparas y yo tan poca, no alcanzaba a tomarlo en mis manos y no pude desligarme del ruido que carcomía, solo restaba sanar las heridas con pedazos de esperanza, si es que acaso, podía escapar de tanto remordimiento.

Añoraba los rezos provincianos que conmueven, quería dejar los encargos y liberarme, pero sentía el gesto temerario de la muerte junto a mis pies.  Busqué los cantos vertidos en un jarrón de malva, el incansable aullido del viento, el desmedido y atávico cincelar en las rocas para hacerme mar una vez más.

Esta vez no fue fácil, nunca lo fue, era abominable el surco entre las pieles, los espectros se abalanzaban y en un intento de triunfar, forcejeaban con las ilusiones escondidas en un camafeo, la samba ya no suspiraba igual, los pasos proverbiales hablaban ya de unas almas viejas que habitaban en un cofre y desde allí, encendían las antorchas para iluminar el camino.

Se resistían ellas, las almas viejas a abandonar en el tintero la pluma y reescribían la historia, sin importar el calvario en la espalda.  Gracias a ellas pude recobrar la fe y el arlequín miró a otro lado buscando la lápida perfecta para quien venía detrás.


Tomado de: EL SENDERO DEL BÚHO

Claudia Patricia Arbeláez Henao

 

 

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